Se denomina tarima flotante o suelo flotante a los pavimentos que no están pegados ni clavados al soporte. Por norma general se trata de suelos de madera o de materiales sintéticos imitando a la madera.
La tarima clásica ha sido tradicionalmente madera maciza de 22mm. Un sistema longevo y eficaz aunque sensible al agua y con elevados costes de producción e instalación. La tarima flotante es un sistema multicapa de madera o sintéticas, más económico, fácil de instalar y de mejor comportamiento frente a la humedad dependiendo de si las capas son de madera o sintéticas.
Se compone de una base inferior “de estabilización o tablero”, y dos o más capas de madera con tratamiento hidrófugo, de las que la o las intermedias suelen ser de madera resistente y barata, como pino, abeto, o bambú con un grosor mínimo de 10 o 12mm, y la superior o “de acabado”, de madera noble para el acabado estético, con un grosor mínimo de 2.5mm hasta 6.5mm. Según la Federación Española de Pavimentos de Madera (FEMP), si el grosor de ésta fuese inferior a 2.5mm, el material no se podría acuchillar (tratamiento de mantenimiento y conservación consistente en lijar y barnizar el material) y tendría una corta longevidad.
La tarima flotante se clasifica en función de su calidad según la norma EN 13329. Esta clasificación surge del resultado del conocido Test AC. Se trata de un test de abrasión en el que una máquina somete al suelo a una serie de frotados con una rueda de papel de lija hasta que el dibujo decorativo pierde su apariencia original. No obstante, no debe considerarse este test como único factor para la elección de un suelo laminado.